El trastorno por uso de alcohol, comúnmente conocido como alcoholismo, es una enfermedad crónica caracterizada por la incapacidad de controlar el consumo de alcohol a pesar de las consecuencias negativas para la salud, relaciones sociales y funcionamiento laboral. Esta condición médica reconocida por la Organización Mundial de la Salud afecta tanto al cerebro como al comportamiento de la persona.
Los síntomas físicos incluyen temblores, sudoración excesiva, náuseas, tolerancia aumentada al alcohol y síndrome de abstinencia. A nivel psicológico, se manifiestan ansiedad, depresión, irritabilidad, pérdida de memoria y dificultades de concentración.
Es fundamental distinguir entre el consumo social ocasional y la dependencia alcohólica. Los factores de riesgo incluyen antecedentes familiares, estrés crónico, problemas de salud mental y inicio temprano del consumo. Buscar ayuda profesional es crucial cuando el alcohol interfiere significativamente en la vida diaria.
En España, el Sistema Nacional de Salud ofrece diversos tratamientos farmacológicos para el alcoholismo, todos bajo estricta supervisión médica especializada. Estos medicamentos están disponibles en farmacias con receta médica y forman parte integral del proceso de recuperación.
Durante la fase de desintoxicación, se utilizan benzodiazepinas como diazepam o lorazepam para controlar los síntomas de abstinencia. También se emplean anticonvulsivantes como la carbamazepina para prevenir crisis epilépticas.
El disulfiram (Antabuse) genera una reacción adversa al consumir alcohol, mientras que la naltrexona bloquea los efectos placenteros del alcohol. El acamprosato ayuda a reducir la ansiedad y el malestar asociados con la abstinencia prolongada.
La supervisión médica continua es esencial para ajustar dosis, monitorizar efectos secundarios y garantizar la seguridad del tratamiento farmacológico combinado con terapia psicológica.
El disulfiram actúa inhibiendo la enzima aldehído deshidrogenasa, provocando una reacción desagradable cuando se consume alcohol. Esta medicación está disponible en farmacias españolas bajo prescripción médica y requiere un compromiso firme del paciente para su efectividad.
La naltrexona bloquea los receptores opioides, reduciendo la sensación placentera del alcohol. Sus principales beneficios incluyen la disminución del deseo de beber y la prevención de recaídas. Está contraindicada en pacientes con hepatitis aguda o insuficiencia hepática grave.
El acamprosato estabiliza el equilibrio químico cerebral alterado por el consumo crónico de alcohol. Ayuda a reducir los síntomas de abstinencia prolongada y facilita el mantenimiento de la sobriedad. Su efectividad es mayor cuando se combina con terapia psicológica.
El síndrome de abstinencia alcohólica se desarrolla en etapas progresivas, comenzando entre 6-24 horas tras el cese del consumo. Los síntomas iniciales incluyen temblor, sudoración y ansiedad, pudiendo evolucionar hacia complicaciones graves como convulsiones o delirium tremens en los casos más severos.
El tratamiento farmacológico de la desintoxicación se basa principalmente en benzodiacepinas como lorazepam o diazepam, que ayudan a controlar la agitación y prevenir convulsiones. La dosificación se ajusta según la severidad de los síntomas y la respuesta individual del paciente.
El seguimiento médico especializado es fundamental durante todo el proceso, requiriendo evaluación continua para ajustar el tratamiento según la evolución clínica del paciente.
El alcoholismo crónico genera importantes deficiencias nutricionales que requieren atención especializada. El alcohol interfiere con la absorción de nutrientes esenciales, creando carencias que pueden agravar los síntomas de abstinencia y complicar la recuperación.
Las personas con trastorno por uso de alcohol suelen presentar déficits de vitaminas del complejo B, especialmente tiamina (B1), ácido fólico y vitamina B12. También son comunes las carencias de magnesio, zinc y vitaminas A, C y D.
Los suplementos específicos para la salud hepática, como los que contienen colina e inositol, son fundamentales para apoyar la regeneración del hígado durante el proceso de recuperación.
La prevención de recaídas constituye un pilar fundamental en el tratamiento del alcoholismo, requiriendo un enfoque integral que combine estrategias farmacológicas, apoyo psicosocial y seguimiento continuado para mantener la abstinencia a largo plazo.
Los medicamentos como naltrexona y acamprosato deben mantenerse según las indicaciones médicas, incluso durante períodos de estabilidad. Para situaciones de alto riesgo, como eventos sociales o períodos de estrés, pueden necesitarse ajustes temporales en la medicación.
Los complementos con pasiflora, valeriana y melisa pueden ayudar a gestionar la ansiedad sin crear dependencia. Los adaptógenos como la rhodiola contribuyen a manejar el estrés, un factor desencadenante común de recaídas.
Las farmacias desempeñan un papel crucial proporcionando seguimiento farmacoterapéutico, educación sanitaria y derivación a recursos especializados cuando sea necesario.