La disfunción eréctil se define médicamente como la incapacidad persistente para conseguir o mantener una erección suficiente que permita una relación sexual satisfactoria. En España, afecta aproximadamente al 12% de los hombres adultos, aumentando significativamente con la edad hasta alcanzar el 40% en hombres mayores de 60 años. Es importante distinguir entre problemas ocasionales, que pueden ocurrir por estrés o fatiga, y la disfunción eréctil propiamente dicha, que se caracteriza por persistir durante al menos tres meses.
Los principales factores de riesgo incluyen la edad avanzada y los cambios hormonales asociados, especialmente la disminución de testosterona. Las enfermedades cardiovasculares y la diabetes representan factores de riesgo significativos debido a su impacto en la circulación sanguínea. Además, los factores psicológicos como el estrés crónico y los hábitos de vida poco saludables, incluyendo el tabaquismo y el sedentarismo, incrementan considerablemente las probabilidades de desarrollar esta condición.
Las causas físicas más frecuentes están relacionadas con problemas vasculares y circulatorios que afectan el flujo sanguíneo hacia el pene. Los trastornos neurológicos, como la esclerosis múltiple o lesiones en la médula espinal, también pueden interferir con las señales nerviosas necesarias para la erección. Asimismo, diversos medicamentos pueden causar disfunción eréctil como efecto secundario:
El estrés laboral y la ansiedad por el rendimiento sexual crean un ciclo que puede perpetuar el problema. La depresión y los conflictos de pareja afectan significativamente la función sexual, mientras que factores emocionales como la baja autoestima, traumas pasados o preocupaciones sobre la imagen corporal pueden contribuir al desarrollo y mantenimiento de la disfunción eréctil.
Los síntomas característicos incluyen la dificultad persistente para conseguir una erección cuando se desea actividad sexual, problemas para mantener la erección durante el tiempo suficiente para completar el acto sexual, y en muchos casos, una notable reducción del deseo sexual o libido, que puede ser tanto causa como consecuencia del problema eréctil.
Los inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5 constituyen el tratamiento de primera línea para la disfunción eréctil en España. Entre los medicamentos más utilizados se encuentran:
Las dosis recomendadas varían según el principio activo: sildenafilo 25-100mg, tadalafilo 2.5-20mg, vardenafilo 5-20mg y avanafilo 50-200mg. Los medicamentos genéricos contienen el mismo principio activo que las marcas originales, garantizando igual eficacia y seguridad a un precio más accesible.
Para casos específicos, existen alternativas como alprostadil en inyecciones intracavernosas o supositorios uretrales, terapias hormonales cuando hay déficit de testosterona, y medicamentos tópicos de aplicación local. Estos tratamientos requieren supervisión médica especializada.
La elección del tratamiento óptimo depende de múltiples factores individuales. La severidad de los síntomas determina la potencia necesaria del medicamento, mientras que las condiciones médicas existentes como diabetes, hipertensión o problemas cardiovasculares influyen en la selección del principio activo más seguro. Las posibles interacciones con otros medicamentos, especialmente nitratos y algunos antihipertensivos, son cruciales para evitar efectos adversos graves.
El diagnóstico profesional es fundamental para identificar las causas subyacentes de la disfunción eréctil y descartar patologías graves. El médico evaluará las contraindicaciones específicas de cada paciente y establecerá el protocolo de seguimiento necesario para monitorizar la eficacia del tratamiento y ajustar las dosis según la respuesta individual y la tolerancia.
Los medicamentos para la disfunción eréctil pueden causar efectos secundarios que generalmente son leves y temporales. Entre los más frecuentes se encuentran dolor de cabeza y mareos, que suelen aparecer durante las primeras horas tras la toma del medicamento. También es común experimentar problemas digestivos como náuseas o malestar estomacal, así como congestión nasal y sofocos debido al efecto vasodilatador de estos fármacos.
Existen situaciones en las que estos medicamentos están contraindicados. Los pacientes con problemas cardíacos graves, especialmente aquellos que han sufrido un infarto reciente, deben evitar su uso. El uso simultáneo con nitratos está estrictamente prohibido debido al riesgo de hipotensión severa. También está contraindicado en pacientes con hipotensión arterial no controlada.
Es fundamental considerar las interacciones medicamentosas antes del tratamiento. El consumo de alcohol debe limitarse, ya que puede potenciar los efectos secundarios. Se recomienda precaución al realizar actividades que requieren atención, especialmente durante las primeras tomas del medicamento.
Adoptar hábitos saludables puede mejorar significativamente la función eréctil. El ejercicio físico regular mejora la circulación sanguínea y reduce el estrés, factores clave para una buena salud sexual. Una dieta equilibrada rica en frutas, verduras y pescado, junto con el control del peso corporal, contribuye al bienestar cardiovascular. Es especialmente importante reducir el consumo de tabaco y alcohol, ya que ambos afectan negativamente la circulación y la función sexual.
El aspecto psicológico juega un papel fundamental en la salud sexual. Las técnicas de relajación y el manejo adecuado del estrés pueden mejorar el rendimiento sexual. La comunicación abierta en pareja sobre expectativas y preocupaciones fortalece la intimidad. En casos necesarios, la terapia psicológica especializada puede abordar factores emocionales que contribuyen al problema.
Es recomendable consultar con un profesional sanitario cuando los síntomas persisten durante más de tres meses o cuando el problema tiene un impacto significativo en la calidad de vida y las relaciones. El médico puede evaluar opciones de tratamiento integral que incluyan: